
Por qué las escobillas no pueden ser negras... u ocre. Se lo preguntaba sin cesar. Llegó a una gran superficie donde se levanta un colosal comercio de productos de bricolaje y menaje del hogar. Se pateó todos los pasillos. Compró un par de bombillas, unas alcayatas y pilas recargables. A última hora decidió pasarse por la zona de baños. No daba un duro por encontrar respuesta a su pregunta, hasta que encontró una escobilla negra. La felicidad llegó a su vida. No se lo esperaba. La obsesión había terminado.
Cuando llegó a su calle, a su acera, a su barrio, todo contento, salió del coche y se dio cuenta que el doblador de matrículas seguía un patrón. La suya no era la única, había otros
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Al día siguiente vio al malhechor, al doblador de matrículas X actuando en la suya de nuevo, pero ahora en la delantera. Será cabrón. ¡Eh tu, qué haces! El vándalo se giró y lejos de salir corriendo se encaró con Darío. Sacó una escobilla blanca del bolsillo interior de su chaqueta cual espadachín y le dijo: Mi nombre es Iván Ogareff, tu traicionaste a los tártaros, prepárate para morir. Darío Barco no tardó en contestarle: estás mezclando a Iñigo Montoya en todo esto y tú eres el que traicionaste a Miguel Estrogoff... ¡Bárbaro! Y desenfundó su flamante escobilla negra.
Iván bajó la guardia, le gritó ¡Calla canalla! ¡Calla canalla! Y se marchó corriendo.
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*La imagen superior procede "ProgramandoAndo".
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