Son las 16 horas y sigue apestando, cada vez más pronunciado… Percibe un mal gesto en uno de sus jefes, cara de asco (en cara de asno) y el estado paranoide de Clavo Martillo se dispara del todo. Apesto, apesto, apesto… se dice para sus adentros. Llama a su tía, con la que vive por insolvencia personal, y le consulta a qué puede deberse esta peste. Josefina Clavo Fresa le cuelga porque está atendiendo la llamada de otra persona.
Perplejo y desesperado Clavo Martillo sale a la calle a darse una vuelta sobre sí mismo. Con más esmero, a ver si descubre el origen del misterio. Recibe una llamada de un tipo muy serio que se lo desvela: No eres tú, son los demás, pero no son conscientes. Tú hueles a berenjena serena con matices cobrizos y pluma de alimoche. Y tampoco lo sabes. Todos somos un conjunto de aludes aromáticos. Yo, por ejemplo, no huelo a nada. Así soy. Dicen que “los sin olor” tenemos el deber moral de avisar a los que no saben por qué creen oler a lo que no son. Por eso, te llamo...
…¿Y cómo te llamo yo a ti? Lucio Mazorca Chapín. Pues bendito seas, Mazorca.
Salud!
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