Me acerqué, apurando, ayer al centro de Madrid a por las últimas compras. Os podéis imaginar cómo estaba "el piso"... hasta arriba. Pero había hecho ejercicios respitorios previos para no terminar hiperventilando, así que lo soporté. Eso sí, pronto me dejé llevar por las caras de la gente en vez de los escaparates. Me concentré en una pareja que parecía, estando dentro del mogollón 'comprístico', vivir al margen de todo.
Les seguí, torcieron por una calle, luego por otra. Hablaban con intensidad, él contaba que había notado estos días a su familia más cuerda que en Navidades anteriores. Además, había comido un día a solas con su tío Pedro y éste le confesó sentir necesidad de dar un giro a su vida y ponerse en manos de un terapeuta profesional. Eso entendí, al menos. Como hacía con el difunto Casimiro, trataba de acercarme lo máximo, disimuladamente, para no parecer indiscreto.
Después ella contaba lo duro que estaba resultando reconciliarse con su hermana. Habían pasado años separadas por una discusión absurda del pasado. Ahora habían decidido zanjar el asunto y recuperar el contacto. Y así, uno por uno, fueron atando cabos profundos... demasiado sueltos durante años. Se metieron en una taberna a tomarse unos vinitos de mediodía y seguir charlando sobre las cosas pendientes.
Introspección, alguna lágrima que otra, más de un "por qué coño no me habré dado cuenta antes", no faltaron los "si tienes razón, pero me cuesta reconocer mis errores" y sobre todo: muchas ganas de perdonar y reconstruír.
Pero lo mejor de todo fue el desenlace. Antes, decir que después terminé mis compras y cumplí con los regalos de Reyes. La pareja siguió analizando uno por uno los puntos que necesitaban tratar para empezar bien el año. Objetivos a cumplir con rigor y serenidad. Él, muy serio, seguía reflexonando sobre sí mismo y el entorno familiar. Ella, de pronto, desconectó. Pero él no se dio cuenta, yo sí. Y en mitad del discurso, intenso, muy intenso, va y dice espontáneamente: ¡¡¡Qué barbaridad, 12 euros el kilo de lichis!!!
Salud!
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*Las fotos son de ayer, en plena Puerta del Sol
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