Ir al contenido principal

SI ME ALEJO NO SALGO HACIA ADENTRO

Bernard está que se sale de sus órbitas. Ayer tuvo un sueño de esos que ocupan toda la noche. Estaba en una explanada infinita, un desierto. Nada que ver con una parada de autobús, por ejemplo. Se apoyaba sobre una especie de platillo volante elevado a unos 50 cm del suelo. El platillo era metálico y frío, pero al fin y al cabo era lo único sólido del lugar. El propio Bernard ya dudaba de la suya propia: la solidez. Quería agarrarse con fuerza, pero al mismo tiempo necesitaba soltarse con más energía.

Se separó un par de metros, pronunció una hache aspirada y siguió con la vista el contorno del platillo; seguía sin ver sus límites. Pronto entendió que para llegar a hacerse una idea de la dimensión de aquello, tendría que alejarse tanto como para perder la perspectiva. Se asustó, porque no sabía si tras alejarse tanto del platillo y/o de sí mismo podría/desearía regresar al punto de partida. Le temblaba hasta la última uña del pie derecho.

Finalmente se alejó todo lo que pudo… porque le pudo el deseo de mirar. A mí, mientras me lo contaba todo, me recordaba al sueño de Mateo , y no sé muy bien por qué, también a los conflictos entre Rosaura y Paulina; eso ya es cosecha mía y me lo haré mirar. El caso es que Bernard se fue tan lejos que incluso llegó a no reconocerse ni a él mismo. Cuando desde tanta distancia, vio aquel punto perdido en el desierto lo primero que sintió fue un deseo irreprimible de reír. No paró en un rato.

Después, mientras seguía caminando al horizonte incierto y vacío, no pudo contener las lágrimas. Lloró desconsoladamente durante los siguientes tres kilómetros. Se paró, encontró un pequeño cubo de basura lleno de eso… basura. Materia orgánica e inorgánica mezclada por azar y necesidad, bien mezclada; de color negro con tonos grises.

Y en la mitad de ese pequeño barrizal de miseria residual descubrió una hoja verde de aguacate . Venció al asco y liberó un poco a la hoja, que inmediatamente tomó postura… Ésta se lo agradeció con creces y un apretón de manos.

Al despertar lo recordaba todo, de hecho me lo contó casi inmediatamente. Al final del espacio onírico e infinito no había nada… o todo. No estaba ni contento ni lo contrario, pero lo primero que hizo fue poner los pies sobre el viejo parqué de su piso y hacerlo crujir, con ganas. Después, por la tarde se fue al dentista y mañana tiene cita con el otorrinolaringólogo.

Salud!

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Cunado por fin tocas tierra después de un viaje tan onírico, no hay nada como agarrarse a un aguacate o a un limón pelado. Y, si tienes tarima crujiente, mucho mejor porque te retrotrae a aquellas navidades con los primos (muchos) en casa de la abuela, corriendo por los pasillos, esos pasillos que ya no existen más que en los sueños.
Anónimo ha dicho que…
Cuando... (no cunado)
Dani Seseña ha dicho que…
Queeda! (con acento argentino). Gracias, Zapateta.

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...