Le propuso echar una guerra de bolas de calcetines, pero Martín Doblosky declinó la oferta. Justo Ahora no entendía su rechazo;su amigo fue certero y algo subjetivo en la explicación: Las bolas de calcetín se parecen mucho en su forma a un corazón y yo no tengo fondo para batallar contigo, compañero.
Justo se quedó a cuadros, pensó, sopesó y le lanzó una bola a la cara. Doblosky, sorprendido, respondió con un gesto de desaprobación, pero antes de mencionar palabra se encontraba con otro impacto de pura lana en la nariz. Como es propio del ser humano, entró en el juego y tiró de artillería pesada para contraatacar: disparó con varios pares a la vez. Eran los de invierno, así que dolían más... Hasta ese momento, Justo estaba empleando balas de verano.
La batalla fue tomando forma. Ambos intercambiaban golpes de trapo y risas, cada vez más desengranadas. Los pares fueron convirtiéndose en impares, los negros se fundían con los marrones ejecutivos, patucos con calcetín de dedos y montaña, algodón con poliéster... Mezclaban reproches con perdones, compasión con devoción, amistad con convivencia, amor con odio y vejez con pubertad. Al final de la contienda, cuando no había ya nada en la superficie que arrojarse, se cosieron en un abrazo bien zurcido.
Me lo cuentan mientras cenamos en la Taberna del tío Fausto (y este lugar... es otra historia).
Salud!
Justo se quedó a cuadros, pensó, sopesó y le lanzó una bola a la cara. Doblosky, sorprendido, respondió con un gesto de desaprobación, pero antes de mencionar palabra se encontraba con otro impacto de pura lana en la nariz. Como es propio del ser humano, entró en el juego y tiró de artillería pesada para contraatacar: disparó con varios pares a la vez. Eran los de invierno, así que dolían más... Hasta ese momento, Justo estaba empleando balas de verano.
La batalla fue tomando forma. Ambos intercambiaban golpes de trapo y risas, cada vez más desengranadas. Los pares fueron convirtiéndose en impares, los negros se fundían con los marrones ejecutivos, patucos con calcetín de dedos y montaña, algodón con poliéster... Mezclaban reproches con perdones, compasión con devoción, amistad con convivencia, amor con odio y vejez con pubertad. Al final de la contienda, cuando no había ya nada en la superficie que arrojarse, se cosieron en un abrazo bien zurcido.
Me lo cuentan mientras cenamos en la Taberna del tío Fausto (y este lugar... es otra historia).
Salud!
Comentarios
"Mezclaban vejez con pubertad"
"se cosieron en un abrazo bien zurcido"
Las batallas del Sr. Vértigo y sus consecuencias. ¡Qué ternura!
¡¡¡Qué pie nos das, Daniel!!! ¡¡¡Qué hostión merino de imaginación!!!
Bravo