Retomando el tema de los muñecos de nieve… Me pregunto: ¿Y si estos personajes hablaran? Según venía a trabajar (¡Qué bien suena este verbo con la que está cayendo, eh! Los que hemos vivido / viven-sufren el paro en su esencia, lo sabemos), me crucé con uno de esos peleles helados con zanahoria por picota y extremidades imposibles. El bicho me habló. Estaba a medio derretir, pero con una erección –como veis- de caballo. Será por aquello de la muerte de los ahorcados… Estaba tenso y mosqueado, muy mosqueado. De hecho, no me habló, se desahogó en un mar –helado- de exabruptos contra el mundo y la sal (que dice es fatal)…
No puede ser, Dani, no puede ser. La vida es una mierda. Me fabrican y después me revientan a pelotazos. ¡Qué hijos de puta! ¡Tú lo ves normal! Trato de respirar hondo. Cuando se paran a mirarme y a añadirme o quitarme abalorios se ríen o me putean. No sé de qué soy reflejo, pero me vuelcan toda la mierda ajena. Un perro me ha meado, también lo hizo un pijo anoche (que salió mamado de un bar de moda). No es así, no es así, no es así… ¡¡¡No es así!!! Y encima, me echan sal donde más duele. ¡¡¡Cabrones!!!
Me pilló por banda y no paraba. Tuve que cortarle porque, dos calles más abajo, pude ver cómo venían hacia nosotros otros dos muñecos… Más mutilados, si cabe. Me dio pena dejarle ahí, en medio de su desazón, pero no podía hacerme cargo de él. Ya tuve una experiencia similar hace poco con un espantapájaros y no terminó bien. Me ahorro los detalles.
Lo más curioso es que, Corzo –así he llamado a mi amigo gélido- me ha llamado por teléfono y me ha agregado como amigo en Facebook. A la llamada le he contestado, pero se me ha cortado. También le he aceptado como amigo… Pero cuando he ido a mandarle un mensaje, me ha salido una pantalla emergente que me decía: su receptor está derretido, fuera de cobertura y caído de la red en este momento.
¡Salud!
Comentarios
Después de la tontería , contarte que nuestro portero, Argimiro, decidió que el gran muñeco de nieve que, no sé cómo habían conseguido fabricar dos niñas, de 4 y 6 años, debía de pasar a mejor vida por el bien del cesped sobre el que se aposentaba grandioso. Ni corto ni perezoso, Argimiro decapitó a Peloto Zanahorio y depositó el tronco y la cabezota del muñeco juntos bajo mi terraza. Ambos bolones llevan días derritiéndose y creando en los cimientos de mi edificio todo un mar de dudas, que me llena de nostalgia navideña, y de ganas de polvorón... de limón.
Un abrazo, zapateta!