Me acabo de encontrar una cartera por la calle. ¿Será el estigma del arte del abandono? No tiene nada, sólo un billete de metro completo con un número de teléfono del que se ha descolgado el último número. No es de piel sino de nailon y parece bastante impermeable. Dentro no hay fotos ni restos de papeles de esos que se almacenan entre costuras después de haberla centrifugado en alguna ocasión por error. Pero es una cartera con personalidad. Está currada, no es nueva, y si fuera vieja no lo parece. Aparenta poder cargar con lo que le echen y con el peso que le pongan encima…
…Ya puede ser el culo más grande del planeta u otro tipo de peso/carga, como es el hecho de ocupar el fondo de algún triste bolsillo chaquetero. Esta billetera tiene mucho que decir, sin embargo no lo dice, tampoco lo cuenta. Ojalá tuviera yo una luz como la que usan los geólogos para descubrir el ‘alma’ de las piedras preciosas o gemas poco agraciadas (tipo la que utilizaba Hans Mayer Plaza en Un lugar en el Mundo). Pero no la tengo. Ahora me acuerdo de esa piedra, por cierto, que recogí el verano pasado en alguna orilla. Era lisa y negra atravesada por una sutil línea blanca, que la dividía en dos mundos.
Ahora, la cartera –que no pienso usar ni devolver- ocupa un lugar privilegiado junto a mi piedra veraniega.
Salgo a comprar un par de actimeles, cuyas propiedades defensivas avalan expertos y prescriptores en salud (parece que últimamente los ataques salen hasta de debajo… de las piedras). La dependienta me pregunta si estoy triste. No, respondo con cara... triste. ¡No importa! Contesta ella y añade firme: Mire aquí le paso una tarjeta para que rasque. Rasco y me sale un número, el 2. ¿Y qué hago con el 2? No sé usted verá…
Subo, compruebo que la cartera y la piedra siguen en el mismo estante. Extraigo el billete de metro y completo la numeración telefónica con el 2. Llamo y una señora muy amable y cordial me invita, sin mediar palabra, a marcharme a tomar por culo. Antes de poder contestarla, los pitidos repetitivos y recurrentes me indican que no tengo derecho a réplica. Me giro hacia el estante y descubro que mi piedra lisa y la cartera se están pariendo de risa. Lástima, si el 2 llega a dar sentido al número, igual podría seguir con la historia... pero no. Piedra y cartera siguen riendo.
Salud!
…Ya puede ser el culo más grande del planeta u otro tipo de peso/carga, como es el hecho de ocupar el fondo de algún triste bolsillo chaquetero. Esta billetera tiene mucho que decir, sin embargo no lo dice, tampoco lo cuenta. Ojalá tuviera yo una luz como la que usan los geólogos para descubrir el ‘alma’ de las piedras preciosas o gemas poco agraciadas (tipo la que utilizaba Hans Mayer Plaza en Un lugar en el Mundo). Pero no la tengo. Ahora me acuerdo de esa piedra, por cierto, que recogí el verano pasado en alguna orilla. Era lisa y negra atravesada por una sutil línea blanca, que la dividía en dos mundos.
Ahora, la cartera –que no pienso usar ni devolver- ocupa un lugar privilegiado junto a mi piedra veraniega.
Salgo a comprar un par de actimeles, cuyas propiedades defensivas avalan expertos y prescriptores en salud (parece que últimamente los ataques salen hasta de debajo… de las piedras). La dependienta me pregunta si estoy triste. No, respondo con cara... triste. ¡No importa! Contesta ella y añade firme: Mire aquí le paso una tarjeta para que rasque. Rasco y me sale un número, el 2. ¿Y qué hago con el 2? No sé usted verá…
Subo, compruebo que la cartera y la piedra siguen en el mismo estante. Extraigo el billete de metro y completo la numeración telefónica con el 2. Llamo y una señora muy amable y cordial me invita, sin mediar palabra, a marcharme a tomar por culo. Antes de poder contestarla, los pitidos repetitivos y recurrentes me indican que no tengo derecho a réplica. Me giro hacia el estante y descubro que mi piedra lisa y la cartera se están pariendo de risa. Lástima, si el 2 llega a dar sentido al número, igual podría seguir con la historia... pero no. Piedra y cartera siguen riendo.
Salud!
Comentarios
Me gusta tu blog, volveré a pasarme por aquí.
Bonita entrada.
Pero sin duda, lo peor, es cuando -como dicen en baloncesto- te roban la cartera mientras llevas la bola; que en este caso podría ser -la bola- una metáfora de las riendas. En fin.
Gracias, Juana y dile a tu hija que 'busque'. O no.
Ahora podrás jugar a ese juego,¿como se llamaba....?¡a..ya me acuerdo!
Piedra,papel...cartera...jeje
Saludos
Capi