Porfi está pelando una cebolla parda, sentado en el banco frente al Banco, cuando pasa Josefa Sinduda por delante. El rastro de su perfume le lleva a romper el momento romántico que mantiene desde primeras horas de la mañana con Matilda, la cebolla. Se levanta y sigue a Josefa por las calles de Madrid. Ella parece conducir sus pasos -tanto como su vida- con una prisa desasosegante. Él no tiene prisa, ni a nadie... Lo único que le ata al pasado inmediato es Matilda y el Banco.
Josefa llora a moco tendido. La pena aumenta al mismo ritmo que sus pasos. Eleva la mirada y pega una bocanada profunda de aire, dedicada al cielo. Baja la vista al nivel del mar, frena la angustia, pero pronto vuelve a vomitar tristeza. Antes de repetir el ritual, Porfi acelera el paso, se pone a su altura y la frena en seco. Mira, Josefa, qué te parece... Se saca de la manga un frasco transparente tapado con un tapón de corcho. Lo agita y sonríe. Ella, algo sorprendida entra en el juego.
-Qué es.
-Es aire de Tierradesierto un pueblo al norte del Sur. Lo capturé hace un año.
-El aire no puede estar preso más de dos horas.
-Depende.
-De qué.
-Del vicio que tenga el aire. Y éste está libre de vicios.
-Pero si lo abres...
-No pienso hacerlo.
-Mejor.
-¿Ya no lloras?
-No, no me apetece.
-Mejor. ¿Por qué llorabas?
-Porque no puedo respirar bien.
Porfi la agarra de la mano y la lleva a un banco que hay a unos metros, frente al Banco... de Epaña. Se sientan, ella está algo aturdida, él sin prisa y con un frasco de aire sin vicio. Porfi le cuenta que siempre que la ve la sigue, pero sólo hoy se ha atrevido a hablarla. Josefa, pone cara de poker, y le pide que nunca más deje a una cebolla a medio pelar. No lo soportan, argumenta. Y más si antes, la has puesto nombre. Yo conozco a Matilda, dice Josefa. No es una cebolla fácil, contigo se sentía segura estando desnuda. Y eso no se puede decir de todas las cebollas.
Esta historia, que ayer escuché al "loco" Ramiro Sonríe Pordós, no termina bien. Él le regala el frasco y ella se reconcilia con la cebolla que le hacía llorar momentos antes, y que Porfi no había visto. Así que nada de respirar con dificultad. Josefa le ha mentido. Su cebolla anónima deja de serlo nada más dejar a Porfi sentado en el banco: Carolino Justino Bienvisto. Porfi, arrepentido de todo busca a Matilda, pero no la encuentra. El banco está ocupado por unos chavales que dan patadas a una cebolla, completamente desparramada. Mientras tanto, el Banco no abre hasta mañana.
Josefa llora a moco tendido. La pena aumenta al mismo ritmo que sus pasos. Eleva la mirada y pega una bocanada profunda de aire, dedicada al cielo. Baja la vista al nivel del mar, frena la angustia, pero pronto vuelve a vomitar tristeza. Antes de repetir el ritual, Porfi acelera el paso, se pone a su altura y la frena en seco. Mira, Josefa, qué te parece... Se saca de la manga un frasco transparente tapado con un tapón de corcho. Lo agita y sonríe. Ella, algo sorprendida entra en el juego.
-Qué es.
-Es aire de Tierradesierto un pueblo al norte del Sur. Lo capturé hace un año.
-El aire no puede estar preso más de dos horas.
-Depende.
-De qué.
-Del vicio que tenga el aire. Y éste está libre de vicios.
-Pero si lo abres...
-No pienso hacerlo.
-Mejor.
-¿Ya no lloras?
-No, no me apetece.
-Mejor. ¿Por qué llorabas?
-Porque no puedo respirar bien.
Porfi la agarra de la mano y la lleva a un banco que hay a unos metros, frente al Banco... de Epaña. Se sientan, ella está algo aturdida, él sin prisa y con un frasco de aire sin vicio. Porfi le cuenta que siempre que la ve la sigue, pero sólo hoy se ha atrevido a hablarla. Josefa, pone cara de poker, y le pide que nunca más deje a una cebolla a medio pelar. No lo soportan, argumenta. Y más si antes, la has puesto nombre. Yo conozco a Matilda, dice Josefa. No es una cebolla fácil, contigo se sentía segura estando desnuda. Y eso no se puede decir de todas las cebollas.
Esta historia, que ayer escuché al "loco" Ramiro Sonríe Pordós, no termina bien. Él le regala el frasco y ella se reconcilia con la cebolla que le hacía llorar momentos antes, y que Porfi no había visto. Así que nada de respirar con dificultad. Josefa le ha mentido. Su cebolla anónima deja de serlo nada más dejar a Porfi sentado en el banco: Carolino Justino Bienvisto. Porfi, arrepentido de todo busca a Matilda, pero no la encuentra. El banco está ocupado por unos chavales que dan patadas a una cebolla, completamente desparramada. Mientras tanto, el Banco no abre hasta mañana.
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isabel
Josefa Sindudas