Mientras terminaba de descargarse el concierto No.1 de Tchaikovsky para piano y orquesta, Rinher Puchero bajó a por el pan, se mordió parte de la uña desatendida y limpió un rayajo de la pared (que también, como la uña, estaba en espera). En todo ese intervalo de fenómenos para normales hizo un hueco... para pensar en lo mucho que detesta un aspecto en concreto de sí mismo: marear la perdiz cuando tiene que tratar un tema conflictivo con su vecino, Rai Foucault.
En este caso, el conflicto reside en superar lo mal que se caen desde hace unos meses. Pero saben que han de restablecer una convivencia sana. Se conocen desde críos y siempre se han considerado "mejores amigos", pero algo torció -no de golpe- las cosas. Rinher decidió -eso sí fue de pronto- preguntar por qué en relación con algunas costumbres compartidas y Foucault se quedó con el péndulo -que no con el bolo- colgando. Se cabreó y empezó a reprocharle argumentos reprimidos desde la infancia.
La ruptura entre ellos fue inminente. Más por parte de Rai que de Puchero. Una vez formulada la primera pregunta, llegó la segunda, la tercera y todas las demás. Rinhern podía parar de preguntarse por cosas que jamás había cuestionado. Algo parecido a lo que le ocurrió a Código Daiton en su fortín. Pero la primera cuestión fue letal: ¿Por qué sigues cobrando de la comunidad si ya no eres portero?
Dejó de marear la perdiz que había comprado en el mercado de Chamberí y directamente la retorció el pescuezo. Después se tomó unas olivillas acompañadas con un Ribera que prefiere no desvelar. Dejó el hipo que suele alquilar en momentos así y llamó a la puerta de Rai. Éste, descompuesto trató de intimidarle con los roles que siempre han mantenido: Rai el "tomadecisiones" y Rinher el "medejollevar". Pero Puchero ya no es el mismo... no sucumbe. El desenlace... se verá.
Mucha Salud!
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*La imagen: El Grito, de Antonio Saura.
En este caso, el conflicto reside en superar lo mal que se caen desde hace unos meses. Pero saben que han de restablecer una convivencia sana. Se conocen desde críos y siempre se han considerado "mejores amigos", pero algo torció -no de golpe- las cosas. Rinher decidió -eso sí fue de pronto- preguntar por qué en relación con algunas costumbres compartidas y Foucault se quedó con el péndulo -que no con el bolo- colgando. Se cabreó y empezó a reprocharle argumentos reprimidos desde la infancia.
La ruptura entre ellos fue inminente. Más por parte de Rai que de Puchero. Una vez formulada la primera pregunta, llegó la segunda, la tercera y todas las demás. Rinhern podía parar de preguntarse por cosas que jamás había cuestionado. Algo parecido a lo que le ocurrió a Código Daiton en su fortín. Pero la primera cuestión fue letal: ¿Por qué sigues cobrando de la comunidad si ya no eres portero?
Dejó de marear la perdiz que había comprado en el mercado de Chamberí y directamente la retorció el pescuezo. Después se tomó unas olivillas acompañadas con un Ribera que prefiere no desvelar. Dejó el hipo que suele alquilar en momentos así y llamó a la puerta de Rai. Éste, descompuesto trató de intimidarle con los roles que siempre han mantenido: Rai el "tomadecisiones" y Rinher el "medejollevar". Pero Puchero ya no es el mismo... no sucumbe. El desenlace... se verá.
Mucha Salud!
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*La imagen: El Grito, de Antonio Saura.
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