Ir al contenido principal

EL BANCO 54: Mimo y tuno, a hostias

Han llegado a la vez y ni se miran. Un tuno con pinta de hundido, y metido fuera de sí mismo, y un mimo con cara de pocos enemigos, pero lleno de odio, se sientan en el Banco 54. Por delante pasan dos quinceañeros con sendos chándals, gorras de amplias viseras -que dejan escapar algunos mechones teñidos de rubio/ceniza- y plumas inflados con pelo de conejo en las capuchas. No van descalzos, pero no me atrevo a catalogar las zapatillas... necesito una actualización rápida en este aspecto, pero no me llega para este post.

Se ríen de ellos a carcajada abierta. Les tiran pipas, les escupen con la risa y se pierden por la esquina. El tuno tiene ganas de cantar, pero las reprime; el mimo sólo gesticula, parece que quiere callar, como de costumbre, pero se pone a hablar con voz grave y ronca: Querido amigo, somos una calamidad, a mí me desprecian en en los semáforos, el otro día hasta me agarraron de los huevos para que entonara un "mi"... ¿Tú te has visto?
El tuno, saca la bandurria (sin cuerdas), y empieza a golpearle mientras grita: Un español nunca se rinde ante nada. bis. El mimo responde y se enzarzan en una bola de puñetazos y despropósitos al aire de difícil solución. Nadie les separa, es más, se paran a mirar porque piensan que es una performance... Una especie de crítica al mundo de los mimos y de los tunos. Siguen a hostia limpia. La gente echa monedas.

De pronto, pasa un tío totalmente borracho y comenta: Mira el agujero de ozono mosquedao porque el cabrón del cambio climático le ha borrado del mapa. La gente se ríe. Y los otros dos a lo suyo hasta que ya no pueden más y terminan en el suelo. El tuno con pintura del mimo en la cara y el mino con retales del tuno mezclados con su atuendo a rayas.

*Post basado en una conversación con Juan Carrillo (compañero de Zoom Net) un día cualquiera en Tras La2.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
El uno se ha tuneado y el otro se ha mimetizado, y en conjunto resultan todo un espectáculo...
La Zapateta ha dicho que…
Tu-no Mimo, le dijo aquel a este. Y éste entonó el Mi-mo-dificando el gesto en un sonido. O-zonó bien, o-zonó mal, qué mas da. La capa de aquel se rasgó en mil pedazos y el borracho pudo ver que detrás de todo, no está solo él.
Dani Seseña ha dicho que…
Con comentarios así la verdad es que dan ganas de tunearse y mimetizarse para siempre, o al menos por tiempo indefinido, con el mundo post... Aunque zuene mal. Es cuestión del clima del futuro... por muy relativo que sea el tiempo.
Anónimo ha dicho que…
jaja, qué bueno Zapateta!.

Me encanta que en ese banco nadie hace lo que se espera de ellos, seguro que hay lista de espera para sentarse un rato allí y dejarse llevar.isa

P.D:atrévete a catalogar las zapatillas!.
Dani Seseña ha dicho que…
Es imposible, Isa. Aún estoy en proceso de actualización para encontrar un programa que me permita "etiquetarlas". De momento ya puedo distinguir algunos colores, tipo fuxia con algún matiz amarillo... No sé.
Anónimo ha dicho que…
jaja, vale, actualízate y escribe!.

(quizá eran de esas que están como hinchadas, como si hubiese saltado el airbag del calcetín).
Miguel Ángel Pegarz ha dicho que…
Esperamos ansiosos el post de moda de zapatillas. Espero que gane el mimo, aunque no me gusten, porque tuno bueno... a criterio de Def Con 2.
Genial como siempre.
Y Zapateta, con esos comentarios ¿no tienes blog?
copifate ha dicho que…
Lo leo hoy, 16-11, y quedo asombrado. Si pudiera echaría monedas para que el espectáculo siguiera...
La pintura del mimo y trozos de clavelitos me hacen dar tropiezos y pienso en qué país estamos...

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...