Gustavo Azufre se pasó por la ferretería para comprar un par de ideas tubulares y salió con un disgusto de órdago y dos sacacorchos periscópicos. “Lo barato sale caro”, se quejaba siempre su padre Lolo, “Nunca compres –hijo mío- un sacacorchos sin lustre, que el vino no sale solo”. Las ideas abandonaron a Gustavo desde que cayó en el paro. Los problemas emergieron del cajón de herramientas. Masturza Comas, su mujer, decidió fabricar segmentos idóneos y acabar con su matrimonio con su destornillador utópico… de esos dejan sin tornillos hasta el más pintado.
El ferretero le aseguró que no podía ayudarle, porque sólo él conocía la herramienta. Pero como Gustavo no está muy puesto en el tema de las reformas introspectivas, abandonó el establecimiento, cabizbajo y con pelillos nacientes en las orejas. Confundido y aturdido, caminó sin destino durante horas. A la altura de una calle deconocida, observó cómo de una alcantarilla anónima asomaba un tubo con forma de idea. Corrió desesperado a por ella.
Cuando llegó tiró con fuerza, pero estaba atascada. Insistió y al final se partió. Tubos ideales y Gustavo se partieron en pedazos.Una señora que pasaba por ahí le dio una patada en los huevos y un beso. Cuando logró levantarle, le ayudó a sacudirse. Ni rastro de ideas ni canalillos hacia una solución. Pero la señora le propuso un pacto que consistía en dejar de llorar a cambio de un empujón. Obedeció y tras resvalar de nuevo consigo mismo algo se le movió en el cerebro porque tomó una decisión. Corrió marcha atrás, dirección ferretería, y entró para comprar un martillo y dos rollos de algo… ¡Lo tengo! Exclamó.
Llegó a casa, ya hacia adelante, y se sentó en el sofá con sus adquisiciones. Dos años después… repite el ritual los viernes número 2 de cada mes. Se cae al llegar a la alcantarilla, la señora le da en los huevos y al final compra rollos de algo… Sus herramientas.
Salud!
El ferretero le aseguró que no podía ayudarle, porque sólo él conocía la herramienta. Pero como Gustavo no está muy puesto en el tema de las reformas introspectivas, abandonó el establecimiento, cabizbajo y con pelillos nacientes en las orejas. Confundido y aturdido, caminó sin destino durante horas. A la altura de una calle deconocida, observó cómo de una alcantarilla anónima asomaba un tubo con forma de idea. Corrió desesperado a por ella.
Cuando llegó tiró con fuerza, pero estaba atascada. Insistió y al final se partió. Tubos ideales y Gustavo se partieron en pedazos.Una señora que pasaba por ahí le dio una patada en los huevos y un beso. Cuando logró levantarle, le ayudó a sacudirse. Ni rastro de ideas ni canalillos hacia una solución. Pero la señora le propuso un pacto que consistía en dejar de llorar a cambio de un empujón. Obedeció y tras resvalar de nuevo consigo mismo algo se le movió en el cerebro porque tomó una decisión. Corrió marcha atrás, dirección ferretería, y entró para comprar un martillo y dos rollos de algo… ¡Lo tengo! Exclamó.
Llegó a casa, ya hacia adelante, y se sentó en el sofá con sus adquisiciones. Dos años después… repite el ritual los viernes número 2 de cada mes. Se cae al llegar a la alcantarilla, la señora le da en los huevos y al final compra rollos de algo… Sus herramientas.
Salud!
Comentarios
"Reformas de todo tipo:
Manitas a domicilio"
Qué miedo no???
Quizá a Gustavo sólo le haga falta éso: un poco de cariño...
(no es lo mejor para volver a pillar el sueño, pero, ah!, haberte ido a otro blog, bonita)
Es un lujo leerte.
¿vale?