Ir al contenido principal

GOMINA DE VINILO EN RE MENOR

Después de llenar sus largas melenas de gomina de vinilo, Cítrico San fechor se comió una uva pasa llena de optimismo por fuera; y nada por dentro. Había quedado con María Gastra para asistir al concierto en Re menor de Ratón Formica; un clásico de los grandes inexistentes. Perfumado de arriba a abajo, asumida su culpa de nada y visionado su pasado, salió al encuentro.

María hizo lo propio, pero en lugar de una pasa, se comió un pomelo descalzo. Leyó al revés un poema pegado con imán a la nevera y bebió aceite de argumento sin peso cerca del tocador. Se perfumó también, pero de abajo a arriba. Eso sí, algo de culpa sí tenía... Pero no sé, no sabe, de qué; ni mucho menos en relación con qué.

Al acabar el concierto de Formica salen juntos, se funden en un mismo perfume irreal y brindan con vino y culpas propias. Ella le cuenta que está sola por falta de complemento familiar y él confiesa su desdén oclusivo en general. Ambos fueron abandonados en algún momento de su vida por sus seres más queridos, pero han desterrado el pasaje de sus mentes ausentes. En un momento de la noche ambos despiertan y recuperan el doloroso recuerdo.

Esta historia termina con ellos dos en la cama, gozando y llorando. Lloran de rabia, por frustración, por impotencia... y gozán, claro está, de placer. Muchos años reteniendo un sufrimiento por miedo al escozor lógico. Ahora no pueden retenerlo, porque pueden afrontarlo. Menos mal. Lo bueno es que tampoco paran de follar. Qué sano. Me alegro por ellos. Sobre todo, porque cuando les veo pasear suena Wagner de fondo.

Salud!

Comentarios

La Zapateta ha dicho que…
Este es uno de esos post que me gustaría tararear con mucho viento y cuerda, y algo de percusión.
Bonito y bestia, como un Iceberg.

Entradas populares de este blog

DESASOSIEGO ASPIRADO

No estamos en el Distrito 9 ni ante Terminators ni nada que se le parezca... sí, son aspiradoras. Llevaba con la mía más de 8 años cuando, por un fallo irreparable, me he visto en la obligación de renovar maquinaria absorbente . Así que me he metido en la sección de electrodomésticos de una gran superficie y me he encontrado con esto. ¡Joder, que estas máquinas me están mirando con cara de mala hostia! El mundo de los gadgets ha llegado, para quedarse, al territorio de los electrodomésticos. Impresionante experiencia. Para superar el choque me he ido corriendo al departamento de la tranquilidad , como de costumbre, la charcutería se convierte en mi salvavidas. De vuelta , finalmente me he llevado la más normal. No es ninguna de las que aparecen en imagen. He preferido dejarla reposar en el anonimato... Cuando la he enseñado su nuevo hogar, paradójicamente ha suspirado. Salud!

Twitter y lo que pasa...

Aún recuerdo cuando - allá por 2008 - salíamos a la calle, micro en mano, a preguntar a la gente: ¿Sabes qué es Twitter? Las caras eran un poema y las respuestas , una colección surrealista de posibilidades. Un sujetador, un bar... y sobre todo un "no sé" con risotada adjunta... Ahora, no hay informativo que se resista a su poder, ni país al intento de censura (en vano). Seguramente ésta ha sido una de las semanas más intensas en cuanto a información online al segundo se refiere. A saber, la Ley Sinde y sus movimientos, Álex de la Iglesia y sus acercamientos al 'pueblo de Internet' ; Túnez , Egipto , Jordania y ahora Yemen se remueven por dentro... Los ciudadanos, gracias a las redes sociales entre otras cosas, saben que viven bajo arresto, y no pueden más. Así que empezaremos el programa por nuestro Intérnate de la semana . Es decir, lo más movido de la Red y lo que viene; y en este particular destacamos un documental sobre el periodista 'mágnum' Enrique Me...

El Cerrojo

Abrí para pedir un café, pero una mirada (que vale 1.000 vocablos) me cerró la puerta. Esperé a que pestañeara, pero solo un párpado estaba por la labor de ceder. El otro protegía -con todo- el ojo avizor. Saqué una llave en son de paz. Dio un golpe en la mesa como respuesta. Intenté darle mi brazo al torcer. Sacó un as. Yo pinté bastos. “El cerrojo, aunque no lo creas lo llevas tú”, me dijo en tono conclusivo. Cuando miré mis manos para intentar descifrar sus palabras la camarera me sirvió un café. No entendí mucho lo sucedido, y menos cuando me giré hacia la puerta nadie miraba. Solo quedaba la mirilla, hidroalcohol y una propina.