Después de llenar sus largas melenas de gomina de vinilo, Cítrico San fechor se comió una uva pasa llena de optimismo por fuera; y nada por dentro. Había quedado con María Gastra para asistir al concierto en Re menor de Ratón Formica; un clásico de los grandes inexistentes. Perfumado de arriba a abajo, asumida su culpa de nada y visionado su pasado, salió al encuentro.
María hizo lo propio, pero en lugar de una pasa, se comió un pomelo descalzo. Leyó al revés un poema pegado con imán a la nevera y bebió aceite de argumento sin peso cerca del tocador. Se perfumó también, pero de abajo a arriba. Eso sí, algo de culpa sí tenía... Pero no sé, no sabe, de qué; ni mucho menos en relación con qué.
Al acabar el concierto de Formica salen juntos, se funden en un mismo perfume irreal y brindan con vino y culpas propias. Ella le cuenta que está sola por falta de complemento familiar y él confiesa su desdén oclusivo en general. Ambos fueron abandonados en algún momento de su vida por sus seres más queridos, pero han desterrado el pasaje de sus mentes ausentes. En un momento de la noche ambos despiertan y recuperan el doloroso recuerdo.
Esta historia termina con ellos dos en la cama, gozando y llorando. Lloran de rabia, por frustración, por impotencia... y gozán, claro está, de placer. Muchos años reteniendo un sufrimiento por miedo al escozor lógico. Ahora no pueden retenerlo, porque pueden afrontarlo. Menos mal. Lo bueno es que tampoco paran de follar. Qué sano. Me alegro por ellos. Sobre todo, porque cuando les veo pasear suena Wagner de fondo.
Salud!
María hizo lo propio, pero en lugar de una pasa, se comió un pomelo descalzo. Leyó al revés un poema pegado con imán a la nevera y bebió aceite de argumento sin peso cerca del tocador. Se perfumó también, pero de abajo a arriba. Eso sí, algo de culpa sí tenía... Pero no sé, no sabe, de qué; ni mucho menos en relación con qué.
Al acabar el concierto de Formica salen juntos, se funden en un mismo perfume irreal y brindan con vino y culpas propias. Ella le cuenta que está sola por falta de complemento familiar y él confiesa su desdén oclusivo en general. Ambos fueron abandonados en algún momento de su vida por sus seres más queridos, pero han desterrado el pasaje de sus mentes ausentes. En un momento de la noche ambos despiertan y recuperan el doloroso recuerdo.
Esta historia termina con ellos dos en la cama, gozando y llorando. Lloran de rabia, por frustración, por impotencia... y gozán, claro está, de placer. Muchos años reteniendo un sufrimiento por miedo al escozor lógico. Ahora no pueden retenerlo, porque pueden afrontarlo. Menos mal. Lo bueno es que tampoco paran de follar. Qué sano. Me alegro por ellos. Sobre todo, porque cuando les veo pasear suena Wagner de fondo.
Salud!
Comentarios
Bonito y bestia, como un Iceberg.