Dijo adiós y entró por la puerta. Ahora usa una 40 de pantalones y se las gasta como nadie, pero sobre todo no le gusta -es más, detesta- que le llamen por su nombre. Cuando entró diciendo adiós, dejó claro que ¡Sin nomenclaturas, pedazo de mierdas! Mirando al personal observador. Denota Salmo, una de las implicadas, apunta cada detalle. Gutiérrez Opaco, graba sonidos. Ánimo Fortuito aprecia variaciones sensoriales y oníricas en el ambiente.
Sólo lo diré una vez, por no enfadar a nadie, se llama Austero Lemón... Pero tras los puntos suspensivos ya no. Simplemente hay que llamarle la atención. Salmo, Opaco y Fortuito también se las gastan, pero calzan una talla más apegada al suelo; y entran sólo después de saludar. Lo de despedirse al entrar es muy propio de... Bueno, ¿ya sabéis quién, no? No deja tampoco, por cierto, que le cuestionen ni mucho menos que le pregunten un sólo porqué. Cuando alguien lo hace... inmediatamente sufre una descarga de hielo eléctrico.
Ahora están todos juntos mirándose los unos a los otros. Se observan, contienen la risa, el llanto, las opiniones. Nadie habla. Ella apunta, él graba, el otro aprecia y... él, insulta con la mueca de seguridad. De pronto, suena la alarma. Se cambian rápidamente de ropa y vuelven a sus puestos de trabajo. Desde hace años, en el descanso de media mañana, los cuatro se cuelan en la sala de juntas de Textiles Parmuac SA para jugar al "yo observo", así lo llaman. Después, siguen zurciendo entre tallas ajenas.
Salud!
Sólo lo diré una vez, por no enfadar a nadie, se llama Austero Lemón... Pero tras los puntos suspensivos ya no. Simplemente hay que llamarle la atención. Salmo, Opaco y Fortuito también se las gastan, pero calzan una talla más apegada al suelo; y entran sólo después de saludar. Lo de despedirse al entrar es muy propio de... Bueno, ¿ya sabéis quién, no? No deja tampoco, por cierto, que le cuestionen ni mucho menos que le pregunten un sólo porqué. Cuando alguien lo hace... inmediatamente sufre una descarga de hielo eléctrico.
Ahora están todos juntos mirándose los unos a los otros. Se observan, contienen la risa, el llanto, las opiniones. Nadie habla. Ella apunta, él graba, el otro aprecia y... él, insulta con la mueca de seguridad. De pronto, suena la alarma. Se cambian rápidamente de ropa y vuelven a sus puestos de trabajo. Desde hace años, en el descanso de media mañana, los cuatro se cuelan en la sala de juntas de Textiles Parmuac SA para jugar al "yo observo", así lo llaman. Después, siguen zurciendo entre tallas ajenas.
Salud!
Comentarios
Sí sé, que entrando a veces, se sale y que es necesario jugar a que se entra cuando en realidad, estás fuera, como siempre debiste estar, pero nunca -salvo por un resquicio del consciente- te atreviste a constatar.
Vamos, que independizarse es mucho más complicado de lo que dicen los clichés y personajillos que militan en la autoayuda.
Salud y delirios!