
Les costaba separarse. Los compañeros ultras de cada uno les habían dejado colgados en Madrid. Quién sabe si algunos estarían en idéntica situación de fusión en otro punto de la capital. Así que en ese momento, en una ciudad desconocida para ellos, sólo se tenían el uno al otro. Aunque fueran rivales. Rodolfo se alejó a su bola, cantando el himno del Atleti. Magullados, malolientes y muertos de hambre se acercaron al Vips más cercano. No se hablaban, se comunicaban por signos.
Hans se pidió un desayuno americano (beicon, queso, huevos...) y Mateo optó por un Mediterráneo (lechuga, mayonesa, espárragos, tomate...). Y tras el primer sorbo de cerveza se pusieron a hablar en catalán. Debían de tener algún ancestro en la Costa Brava del subconsciente y les sobrevino en mitad del desayuno. Y tal y como habían venido se marcharon. Compartieron taxi hasta la T4 y allí, previo intercambio amistoso de bufandas y perfiles en Facebook, uno tiró para Milán y el otro para Munich.
Comentarios
Un día pienso irme a pasar el rato a la T4, debe ser un sitio friki de verdad.
Salud!!