
Estamos apoyados en un muro de la calle Faz (cruza con Cruce). Está tembloroso, pero contento por pisar la calle con el miedo controlado... No sé muy bien qué decirle y la verdad es que no creo que quiera que le diga nada, sólo que esté ahí. Así que estoy. Dice que de pequeño nunca daba problemas, excepto cuando se enfadaba. Le adoraban hasta que comenzó a cambiar cosas de sitio. A ordenar sus juguetes.
Su madre Pisuerga María y su padre Paco Roa contuvieron el dique lo que pudieron, pero cuando Dado pasó de hacer preguntas inocentes, a necesitar salir para mirar de lejos el lugar en el que se había educado, empezaron a darle de lado. Entonces decidió salir, con 16 años, se tropezó (sabe hoy que no fue por accidente) y vio cómo su cara se estampaba contra el espacio abierto que descansaba sobre el asfalto. Comenzó, entonces, el miedo -a priori- crónico.
No tiene a nadie (no especifica), pero al menos, vuelve a querer salir y soy testigo de que se sostiene. A ver si le convenzo para ir a tomarnos unos churros al café Torpón.
Salud!
Comentarios
Y ese intentar levantarse a pesar.
Recordando a W.
P.D: convéncele para esos churros anda.
Los churros siempre serán una gran tentación.
Fdo: Tapón
Respondeme al mail, por favor
Gracias
Un abrazo
Pero sí sé que con un poco de esto y de lo otro, o sea, de me sacudo mi propio miedo y te ayudo con el tuyo, Dado y quien sea podrá vivir tranquilo (con toda la complejidad y simpleza de la palabra).