¿Tú eres muy ong, no? ¿Y eso? Siempre te fías de la gente. Bueno, y por qué no lo voy a hacer. No sé, a mí me parecen todos unos hijos de puta. Se te va la pinza. Que sí, que te lo digo yo, que la gente está pirada, va a lo suyo. Eso no les convierte en unos hijos de puta. No te creas.
Cuando llegó el autobús, a través del cristal, comprobé que Ernesto y Diego seguían hablando. A los 5 minutos llegó una pareja de cuarentañeros a la parada.
¿Te has pasado un poco con ella, no? Es posible, pero se lo merece. Yo creo que todo el mundo necesita una oportunidad. No lo creas, en la mayor parte de los casos esta tía se comporta igual… primero se vuelca y cuando te camela, se apea y te deja colgado… es lo que le hizo a Luisa. Ya, será una patología. Es una hija de puta. Es posible.
De nuevo el autobús me dejó sin conocer un poco más de la historia. El vacío lo ocuparían poco después una madre octogenaria y su hija de 60. Salían chispas…
Madre, por Dios, deja de contar tu vida a la gente. A la gente no le interesa tu vida… me tienes hasta ahí. Te dejas el bastón, pierdes la cabeza y vuelves locas a las dependientas. No puedo contigo, mamá… Ayer igual, hoy también… ¿Es que no te das cuenta de que un día te va a pasar algo? Me tienes hasta ahí, me tienes hasta ahí… Vamos a coger un taxi. Entró primero la madre con la ayuda de la hija. Ésta dio un portazo y le oí indicar al taxista la dirección con el mismo tono que usaba con la madre.
Llegué a la mitad del libro y me fui. Últimamente me cuesta leer en cualquier lado. La parada está demasiado expuesta a pequeñas historias. ¡Qué hijo de puta! Masculló un señor desde detrás de la parada. Se dirigía a mí el tipo. ¿Perdón? Me dirigí a él. Ese es mi sitio, le he estado observando y no se ha subido a ningún autobús. Es usted un hijo de puta. Me giré y me marché del todo.
Cuando llegó el autobús, a través del cristal, comprobé que Ernesto y Diego seguían hablando. A los 5 minutos llegó una pareja de cuarentañeros a la parada.
¿Te has pasado un poco con ella, no? Es posible, pero se lo merece. Yo creo que todo el mundo necesita una oportunidad. No lo creas, en la mayor parte de los casos esta tía se comporta igual… primero se vuelca y cuando te camela, se apea y te deja colgado… es lo que le hizo a Luisa. Ya, será una patología. Es una hija de puta. Es posible.
De nuevo el autobús me dejó sin conocer un poco más de la historia. El vacío lo ocuparían poco después una madre octogenaria y su hija de 60. Salían chispas…
Madre, por Dios, deja de contar tu vida a la gente. A la gente no le interesa tu vida… me tienes hasta ahí. Te dejas el bastón, pierdes la cabeza y vuelves locas a las dependientas. No puedo contigo, mamá… Ayer igual, hoy también… ¿Es que no te das cuenta de que un día te va a pasar algo? Me tienes hasta ahí, me tienes hasta ahí… Vamos a coger un taxi. Entró primero la madre con la ayuda de la hija. Ésta dio un portazo y le oí indicar al taxista la dirección con el mismo tono que usaba con la madre.
Llegué a la mitad del libro y me fui. Últimamente me cuesta leer en cualquier lado. La parada está demasiado expuesta a pequeñas historias. ¡Qué hijo de puta! Masculló un señor desde detrás de la parada. Se dirigía a mí el tipo. ¿Perdón? Me dirigí a él. Ese es mi sitio, le he estado observando y no se ha subido a ningún autobús. Es usted un hijo de puta. Me giré y me marché del todo.
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*La foto es de El País.
Comentarios
Soy seguidor de La Oreja de europa. Hoy he viso tu comentario y he decidido hacerte una visita y enviarte un saludo.
Tenemos algo en común: mi mujer me reprocha que me quedo atrapado por una conversación en una cola, en la barra de un bar...
Anónimo, ¿de dónde vienes, siempre estás y sólo te pronuncias si descubres una letra fuera de lugar? En cualquier caso, bienvenido.
Capitán, eso eso... tu echa leña al fuego. jejeje.
Emilio, un placer y un lujo tenerte por aquí... ya sabes cómo es esto de los enlaces y los perfiles. Después de tu comentario me he pasado por tu "comunidad" y ya tienes un seguidor más. En cuanto a la Oreja de europa... en efecto ya somos dos los que ponenos el oído en lo que nos cuenta Macarena.
Salud!