Queridos comentaristas, anónimos, lectores y amigos, me veo en la obligación de trasmitiros una mala, muy mala, noticia: Casimiro ha muerto. Ocurrió el sábado pasado. Paseaba con mi perra… Ella a lo suyo y yo mordisqueaba el “extremo” de la baguette que había comprado para desayunar. Al mismo tiempo ensayaba por dentro la presentación como moderador que me tocaba hacer el lunes en la Conferencia de Software Libre (Málaga)…
Al torcer por una de las calles de mi barrio veo a un operario del 112 tratando de reanimar a un tipo, tirado en la acera. Le da golpes en el pecho, masajes cardiacos… No quiero mirar, pero algo me lleva hasta el escenario. Efectivamente, es Casimiro. Me quedo mudo, colapsado. Mi perra olfatea. Me alejo, me acerco, me vuelvo a alejar y vuelvo. El enfermero se da por vencido y cierra los ojos de Casimiro.
Mientras escribo este post, con las lágrimas que no puedo retener, intento entender lo que Casimiro escribió en un papel que ahora está en mi poder. No me preguntéis cómo tuve “el valor” para hacerlo, pero me acerqué al cadáver y no pude resistirme. De su mano izquierda asomaba la esquina de ese papel, me hice pasar por un vecino y disimuladamente lo saqué del puño. Una frase en medio del blanquecino DIN-A4 partido por la mitad: Yo vi cosas que tú me reprocharías, decisiones erróneas más allá de la razón, es hora de volver. Así, sin más. Casimiro dixit. Aún no he hablado con Paquito, el kioskero. Seguiré informando.
Al torcer por una de las calles de mi barrio veo a un operario del 112 tratando de reanimar a un tipo, tirado en la acera. Le da golpes en el pecho, masajes cardiacos… No quiero mirar, pero algo me lleva hasta el escenario. Efectivamente, es Casimiro. Me quedo mudo, colapsado. Mi perra olfatea. Me alejo, me acerco, me vuelvo a alejar y vuelvo. El enfermero se da por vencido y cierra los ojos de Casimiro.
Mientras escribo este post, con las lágrimas que no puedo retener, intento entender lo que Casimiro escribió en un papel que ahora está en mi poder. No me preguntéis cómo tuve “el valor” para hacerlo, pero me acerqué al cadáver y no pude resistirme. De su mano izquierda asomaba la esquina de ese papel, me hice pasar por un vecino y disimuladamente lo saqué del puño. Una frase en medio del blanquecino DIN-A4 partido por la mitad: Yo vi cosas que tú me reprocharías, decisiones erróneas más allá de la razón, es hora de volver. Así, sin más. Casimiro dixit. Aún no he hablado con Paquito, el kioskero. Seguiré informando.
Hasta siempre, amigo.
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