Paco es feliz. No tiene problemas. Está forrado y sus ahorros no corren peligro. Su vida sentimental es perfecta, o casi. Calza un 42, es huérfano y come limones todos los domingos. Lee mucho, sobre todo relee a los clásicos alemanes. No se pierde una peli de Garci, come sardinas, consume Coca Cola Zero por un tubo y los martes hace 500 abdominales. Su despertador le alienta cada mañana (a eso de las 7:30) con “Suspiros de España” (Diango). Su mujer, Tania, lo tolera.
Pero ayer se vio obligado a tomarse un Orfidal. El vendedor de melones de la esquina, cerca de su chalet, le enseñó un recorte de periódico que le inquietó. Disimuló ante él, entró en la farmacia y como es médico no le costó encontrar receta. No paró de darle vueltas todo el día al recorte. Tania estaba fuera, en viaje de negocios. Exporta rabos de pasa para la alta cocina de Groenlandesa.
Por qué, por qué, por qué… Cómo, cómo, cómo… No entendía nada. Estaba hundido, perdido. Puso la tele, se zapeó toda la programación de las 13 horas. Fue a la cocina, se colgó de un gancho y se marcó unas 200 abdominales. Se conectó a internet, habló con su amigo Diego Santos, ubicado en Bután. Visitó un par de webs para buscar consuelo en su inquietud y cerró el portátil. Se echó una siesta y cuando despertó, el orfidal había hecho su trabajo. Estaba algo mejor. Veía las cosas de otro modo. Pero seguía sin saber dónde agarrarse.
Pero ayer se vio obligado a tomarse un Orfidal. El vendedor de melones de la esquina, cerca de su chalet, le enseñó un recorte de periódico que le inquietó. Disimuló ante él, entró en la farmacia y como es médico no le costó encontrar receta. No paró de darle vueltas todo el día al recorte. Tania estaba fuera, en viaje de negocios. Exporta rabos de pasa para la alta cocina de Groenlandesa.
Por qué, por qué, por qué… Cómo, cómo, cómo… No entendía nada. Estaba hundido, perdido. Puso la tele, se zapeó toda la programación de las 13 horas. Fue a la cocina, se colgó de un gancho y se marcó unas 200 abdominales. Se conectó a internet, habló con su amigo Diego Santos, ubicado en Bután. Visitó un par de webs para buscar consuelo en su inquietud y cerró el portátil. Se echó una siesta y cuando despertó, el orfidal había hecho su trabajo. Estaba algo mejor. Veía las cosas de otro modo. Pero seguía sin saber dónde agarrarse.
Sonó la puerta, abrió y se encontró al vendedor de melones, Eulogio. Venía con el recorte en la mano. Te lo has dejado, era para ti. Paco lo cogió, se despidieron y colgó el papel bajo la influencia de un imán. Cuando llegó de su viaje, Tania fue a la cocina, vio el recorte y salió corriendo –alarmada- a la habitación. Paco estaba durmiendo abrazado a un limón sin pelar a su lado. Se abrazaron. No pasa nada, dijo ella. Van a hacer una maternidad nueva con el mismo nombre. Yo nací en esos escombros, sentenció él.
Comentarios
Levantar nueva vida desde los escombros, renacer siempre.
Me quedo aquí, abrazada a mi limón, leyéndote en la placidez de la esperanza.
Un abrazo siempre...
;-)
Un abrazo a Elda; y "rebienvenida", Hache, cuánto tiempo.
Salud!
Salud!
La zapateta y Eva también eran anónimos antes.
Salud!
saludo y abrazo!!!!!!!!!