Cuando me encontré con Marcelo, no me lo podía creer. Pensé que tras la muerte de Casimiro no volvería a dejarse caer por el barrio. Me equivoqué. Tenía que liquidar algunas cosas y vaciar la casa… lo quería hacer él mismo. No me conoce, pero yo a él sí. Paquito siempre me ha puesto al día. Salía de vender al peso una vieja batidora… En Cash Converter no me daban ni un “duro” por ella…
No es que quisiera hacer negocio, pero bueno, al menos debía darle una salida… de peso: destruirla (me lo prometió el chatarrero). Me salió la vena egoísta y me daba pena dejarla en un contenedor para que otro se la llevara. Es irracional y poco sostenible, lo sé… pero hay cosas que no se pueden evitar.
Me encontré con Marcelo de golpe. Le saludé y se extrañó. Entonces le conté que yo seguía a su padre para intentar enterarme de su discurso. Y él matizó que era su padre quien me seguía a mí para intentar enterarse de mis discursos. No sé por qué no me sorprendió, pero se me puso la piel de gallina. Accedió a tomarse un café conmigo.
Charlamos mucho. Al parecer Casimiro fue un tipo brillante en su día. En su empresa instauró la reutilización de grapas en los corchos de anuncios internos. Y muchas cosas más, que ahora no viene al caso. No fue padre ausente… Marcelo sigue resentido con él. Por lo visto no ha llorado. Pero en sus palabras hay amor, mucho… hacia Casimiro. Por lo visto cuando era pequeño le prometía muchas cosas que luego no cumplía y le dejaba tirado en más de una ocasión. Su trabajo parecía ser su máxima prioridad.
Paquito un día me contó que Casimiro adoraba a Marcelo, pero que éste no se lo ponía fácil. Sí hubo algo de abandono en los años mozos, pero quiso arreglarlo. El problema es que los elementos no favorecieron y han quedado muchas cosas pendientes. Nuestra conversación también. La aplazamos, porque me prometió volver al barrio en breve antes de irse a Villafausto. Al regresar a casa pasé por la chatarrería y recuperé mi batidora. No sé aún qué hacer con ella. Pero seguro que tiene algo dentro que se puede aprovechar.
No es que quisiera hacer negocio, pero bueno, al menos debía darle una salida… de peso: destruirla (me lo prometió el chatarrero). Me salió la vena egoísta y me daba pena dejarla en un contenedor para que otro se la llevara. Es irracional y poco sostenible, lo sé… pero hay cosas que no se pueden evitar.
Me encontré con Marcelo de golpe. Le saludé y se extrañó. Entonces le conté que yo seguía a su padre para intentar enterarme de su discurso. Y él matizó que era su padre quien me seguía a mí para intentar enterarse de mis discursos. No sé por qué no me sorprendió, pero se me puso la piel de gallina. Accedió a tomarse un café conmigo.
Charlamos mucho. Al parecer Casimiro fue un tipo brillante en su día. En su empresa instauró la reutilización de grapas en los corchos de anuncios internos. Y muchas cosas más, que ahora no viene al caso. No fue padre ausente… Marcelo sigue resentido con él. Por lo visto no ha llorado. Pero en sus palabras hay amor, mucho… hacia Casimiro. Por lo visto cuando era pequeño le prometía muchas cosas que luego no cumplía y le dejaba tirado en más de una ocasión. Su trabajo parecía ser su máxima prioridad.
Paquito un día me contó que Casimiro adoraba a Marcelo, pero que éste no se lo ponía fácil. Sí hubo algo de abandono en los años mozos, pero quiso arreglarlo. El problema es que los elementos no favorecieron y han quedado muchas cosas pendientes. Nuestra conversación también. La aplazamos, porque me prometió volver al barrio en breve antes de irse a Villafausto. Al regresar a casa pasé por la chatarrería y recuperé mi batidora. No sé aún qué hacer con ella. Pero seguro que tiene algo dentro que se puede aprovechar.
Comentarios
Las batidoras remueven y mezclan, y su sonido nos trae recuerdos de esas comidas familiares de invierno, ya con las luces del comedor encendidas. Luego, pan al tarro de la mayonesa y a la boca, y después siesta de pijama y orinal viendo un partido de la liga inglesa. Por entonces no jugaba ni el niño, ni el Cristiano, ni el tonto de Ferguson recurría a críticas simples y trasnochadas sobre que si el Real Madrid es un club franquista. Soy del Atleti, pero hay cosas que no se "puen aguantá".
Salud!
Yo soy del Madrí, ya digo, y mis dos hijos son del Atleti, valen su peso en oro, respetan a todo el mundo y se hacen respetar.
¿Ferguson de qué juega?
Siempre un hijo,debe querer al padre,el padre,al hijo,tal vez,se queden muchas cosas en el aire...entre los dos,pero siempre hay amor,por mucho que al final,crean odiarse.La verdad,nadie nos enseña a querer,como se hace y lo que significa...y pasa el tiempo...y a veces llegamos a hacer un desgraciado/a a la persona que mas queremos.Un saludo emocional.