Por Roberto Villar
Sabedor de la predilección que tiene Dani por las acciones del Calcomaníaco Freudiano, y habiéndome encontrado con una de las intencionadísimas performances del misterioso personaje, decidí hacerle una fotografía, y enviársela a mi amigo para ayudarle a engrosar su colección. Vi a Freud cuando regresaba a casa después de haber comido con Carmen en las cercanías de su trabajo. Me dispuse a tomar la foto de mi hallazgo con mi desvencijado teléfono móvil. No me lo permitió. No sé si Freud o Vodafone.

Sabedor de la predilección que tiene Dani por las acciones del Calcomaníaco Freudiano, y habiéndome encontrado con una de las intencionadísimas performances del misterioso personaje, decidí hacerle una fotografía, y enviársela a mi amigo para ayudarle a engrosar su colección. Vi a Freud cuando regresaba a casa después de haber comido con Carmen en las cercanías de su trabajo. Me dispuse a tomar la foto de mi hallazgo con mi desvencijado teléfono móvil. No me lo permitió. No sé si Freud o Vodafone.
Al tener más a mano el móvil que el inconsciente, decidí apagarlo y volver a encenderlo, con la esperanza de que la vieja solución de los informáticos –reiniciar- surtiera efecto y me permitiera llevar a cabo mi cometido. El proceso de reiniciado conlleva teclear el llamado PIN del teléfono. Un número intransferible de cada móvil, una combinación exclusiva, una identidad excluyente. Este proceso había sido repetido por mí en muchas ocasiones a lo largo de los cinco o seis años de propietario del telefonito. Siempre con éxito. Hasta ese momento.
Había olvidado el número PIN. Confiaba en recordarlo a la brevedad. Esperé que transcurriera la breve brevedad de pie frente a la carita de Freud. Arriesgué un número. No era ése. Me quedaban dos oportunidades más. Sólo dos. Porque la seguridad telefónica tiene razones que la razón no comprende. Arriesgué otra cifra. Claro que tampoco acerté esta vez.
Decidí no teclear mi último cartucho –estaba en juego la identidad de mi teléfono, y, por lo tanto, la mía propia- y me encaminé al metro, seguro de recordar el número durante el viaje. No pude leer el libro que me hace más llevadera la media hora del trayecto. Forcé combinaciones numéricas sin conseguir que ninguna me convenciera. Llegué a mi casa y el PIN seguía perdido en ese limbo pre-Alzheimer que tal vez comience a extenderse por las extensas llanuras de mi cerebro.
Después de lidiar por teléfono –fijo- y en persona con agentes de la compañía proveedora de los servicios de mi móvil, obtuve un nuevo numero PIN, con el que finalmente conseguí encender mi móvil, que aún siendo el mismo, ya era otro. Le conté la historia a Dani. Él la contó –atravesada por legítimas licencias literarias- en su blog. Le prometí que, en cuanto tuv

Hoy, volví a acercarme a comer con Carmen en el restaurante cercano a su trabajo. Antes, móvil en mano, me acerqué a Freud. Allí estaba, con la misma mítica inalterable expresión de siempre. Pero. ¿Y la diana? ¿Y ENTRÉGATE? Ahora el rostro de Sigmund estaba pegado sobre una H roja como la diana, y donde antes reinaba la orden ENTRÉGATE, ahora había una inquietante expresión: HIDRANTE que le servía de base al gesto científico del científico vienés. Algo había cambiado. O nada, y yo en realidad dije que había visto un ENTRÉGATE donde siempre había habido un HIDRANTE. ¿Fue la diana diana alguna vez, o siempre fue H y yo, o mi inconsciente, vimos algo que en realidad creímos ver?
Hago las fotos. Como con Carmen. Regreso a casa. Cruzo de calle para no encontrarme con Freud ni con su cambiante soporte. (No me venga con que huyo de mí mismo, por favor, que los psicoanálisis baratos ya me los hago yo solito.) Escribiré mi versión de los hechos. Le enviaré todo a Dani. Veremos qué y cómo le llega. Si la naturaleza imita al arte, el inconsciente sólo se imita sí mismo. Vamos a tener que ir dejándolo. Nos vemos en la próxima sesión. (Sabía que diría eso.)
Comentarios
Volví Dani ... estuve de "parón".
Un saludo
;-)
Es de terror por la angustia que transmite por el olvido del PIN.
Felix Rodríguez de la Huente.
Salud!