Ir al contenido principal

CRIMEN DE MARTÍNEZ: EL DESENLACE

(Viene de la serie El crimen de Martínez)

Martínez por fin empieza a oír Buena Suerte de Los Rodríguez, pero ahora no escucha a Calamaro, sino el silencio que ha dejado tras de sí la voz de ultratumba. Sufre un apretón y como está en el wc, aprovecha la coyuntura. ¿Qué coño tengo en común con El Turco de los cojones? O sea, acabo de ser asesinado por su culpa y encima tengo que molestarme en encontrar un vínculo con él. Martínez se martiriza.

Como no tiene un lexatin que echarse al desasosiego, se muerde la uña del dedo índice derecho. Sale del baño y vuelve a la barra junto a La Sole y la camarera de la cafetería. ¿Esto es tuyo, Marínez? Lo es, Sole, de dónde la has sacado. De la nevera de efectos adversos. Ah.

La Sole le da la cámara de fotos que Martínez se compró días antes de morir. Está mordida por su perro, pero funciona. La dejó a su alcance sin querer y Plumiere (así se llama su can) quiso demostrar de ese modo su inquietud artística. La enciende y encuentra una foto que retrata el momento en que quiso cambiarla en la tienda. Se ríe, llora, le entra un temblor, otro y se pone a tatarear Rua da bola (un tema que compuso su amigo Nuno el portugués).

Cuando se calma, amplía la foto y encuentra un rostro que no ha visto en su vida pero que le resulta familiar. ¡Es El turco! Grita la camarera. Entonces a Martínez se le ilumina la expresión y lo entiende todo. Se vuelve al baño y trata de invocar a la voz de ultratumba. Pero no resulta. La paja, la paja, exclama La Sole... Martínez recuerda el caso de su amigo Javi...

...Al masturbarse -sin concentración posible- el genio y dueño y señor de la voz de ultratumba emerge del pene de Martínez. ¡Caray! Dos días, como quien dice, en el corredor y ya sabes cómo dar conmigo. Joder, qué feo eres. Más respeto, Martínez, que tu existencia (que no vida) está en mis manos; ahora dime: ¿lo has averiguado? Sí... Señor. Puedes tutearme, llámame Perfas. Vale, Perfas.

Cuando fui a cambiar la cámara de fotos le monté tal pollo al dependiente, por no atenderme como mere cía, que el mismo día le despidieron... Me lo dijo Paquito el kioskero, dos días después. El turco era su padre y ese día estaba en la tienda porque quería comprar una funda para su memoria externa. Además iba a recoger a su hijo, que se llama Jaime Tomás Ancho. Habían quedado para cenar. Tenían mucho de qué hablar. Nunca lo hacían y tras reflexionar El Turco decidió cambiar el rumbo de la relación con su hijo. Yo lo torcí todo al potenciar sundespido.

Ahí le has dado, dice Perfas. Y ahora qué, contesta Martínez, ¿voy hacia la luz?. Qué luz, gañán, límpiate y vuelve a la barra... ahí eres muy útil. La Sole ya no está sola y la camarera necesita personal. Te has ganado el paraíso, martínez y está aquí. Marínez se pone un delantal con motivos florales y se toma un lexatín que encuentra en la nevera de efectos adversos. Salud, dice La Sole, y añade: ¡¡¡Feliz día de los inocentes!!! ¡¡¡Cóño, estoy vivo, todo ha sido una broma!!! (silencio).

Me temo que no, concluye, pero inocente eres.

Salud!

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
"Martínez se martiriza"
"un lexatin que echarse al desasosiego"
"se pone a tatarear Rua da bola (un tema que compuso su amigo Nuno el portugués)."
"Joder, qué feo eres. Más respeto, Martínez, que tu existencia (que no vida) está en mis manos;"
"Puedes tutearme, llámame Perfas. Vale, Perfas."
"Jaime Tomás Ancho"

CÓMO LO PASO!!!!!
Dani Seseña ha dicho que…
Caray! Me alegro, porque de verdad que yo lo pasé fatal tratando de encontrar un punto y seguido a esta historieta de Martínez y su martirio.
Anónimo ha dicho que…
pues lo conseguiste!!!!!!!

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...