
Antes de que llegara a la revista de Lucía, el sueño de Luján había pasado por más de mil personas; sí como el contagioso bostezo o la china de Floriano. A todo esto, Luján ni se imaginaba el efecto viral de sus movimientos cerebrales nocturnos. Siguió haciendo su vida, paralelamente al crecimiento incesante de su sueño.
Una noche estaba en una tasca tomándose una tosta de jamón y tomate… vamos un pan tumaca. Y de pronto sintió que ya había vivido ese momento. La causa: la voz de un tipo que venía de la mesa de atrás; quien estaba contando su propia versión del sueño a un amigo del barrio. A Luján –con potencia subliminal- le entraron aquellas palabras por la cabeza, pero sin pasar por el registro…
Ha pasado más de un año. Luján y Javier Iglesia se están tomando algo cuando Javier le cuenta, en mitad de la conversación, un sueño. Luján le escucha con atención. Poco a poco se va dando cuenta de que la historia le suena. Aunque con modificaciones ya sabe que es el mismo sueño que tuvo hace más de un año. Se le nubla la memoria y no recuerda si se lo había contado a Javier Iglesia. Pero termina cayendo ¡Pero si eso lo soñé yo hace mucho! Javier, se encoge de hombros…
Una chica se gira y reclama su sueño, el camarero también, un vendedor hindú de ramos de flores de plástico exige derechos oníricos de autor… ¡Qué cojones, ese es mi sueño! Grita el encargado de rellenar la máquina de tabaco… Luján no se puede creer lo que pasa… Al final duda si soñó su sueño.
Comentarios
En el último de Paul Auster (tranquilos los que no lo hayan leído pues no desvelo más unas frases iniciales del libro), "un hombre se despierta en medio de una guerra y se pregunta qué hace él allí..."
Yo he soñado eso hace muy poco y no le pienso pedir derechos oníricos de autor a Auster sino que a partir de hoy voy a dormir mucho más tranquilo pensando que tengo los mismos miedos que el magnífico escritor. Un sueño terrible... "el horror".