Ya me extrañaba… su ‘silencio’. No puede ser que la crisis también haya azotado al pegador freudiano hasta el punto de no actuar más. La foto está tomada en Príncipe de Vergara (Madrid), como veis entre dos sentidos. Uno lleva a la consciencia del final de la calle (muy próximo) y el otro al centro de Madrid. Una dirección, dos sentidos y un año que termina de… aquella manera. Y el otro que amenaza con ponerse farruco.
Repaso ahora el recorrido y recupero otra de las joyas que nuestro amigo dejó algún día de 2008 en una de mis señales favoritas. Ahí la tenéis… ¿Cabe alguna interpretación más allá de lo que se puede apreciar a primera y segunda vista? Yo creo que no, pero igual merece la pena pararse a pensar… a ver qué viene a la cabeza.
En este punto me estoy acordando de dos películas que he visto este pasado fin de semana. Una actual y otra de los 60. Una el sábado y otra el domingo. Una de casualidad y otra adquirida tras una semana de pesada descarga. La estrella ausente (Gianni Amelio, 2006) y Freud, Pasión secreta (John Huston, 1962).
La primera, sinceramente, si no lo es… roza el título de obra maestra; es la historia de un ingeniero italiano (Sergio Castellitto), extremadamente responsable. Su empresa ha vendido una ‘máquina’ defectuosa a unos altos hornos de China. Cuando averigua el fallo y sin que nadie se lo pida, se recorre China ‘a ciegas’ para llevar la solución a la compañía (la pieza reparada). En ningún momento piensa que los chinos podrán arreglarlo…
La primera, sinceramente, si no lo es… roza el título de obra maestra; es la historia de un ingeniero italiano (Sergio Castellitto), extremadamente responsable. Su empresa ha vendido una ‘máquina’ defectuosa a unos altos hornos de China. Cuando averigua el fallo y sin que nadie se lo pida, se recorre China ‘a ciegas’ para llevar la solución a la compañía (la pieza reparada). En ningún momento piensa que los chinos podrán arreglarlo…
En su camino se cruza una chica (Ling Tai) con muchos secretos en su interior. Les detienen por error, se pierden, pasan hambre, se quedan sin dinero, él no sabe el nombre de la empresa, sí la ciudad en que se encuentra (de 8 millones de habitantes)… pero ahí hay cientos de altos hornos. Cuando por fin llega, por supuesto los ingenieros ya lo habían solucionado. Él no se entera, les entrega la pieza y cree haber cumplido. Está feliz… pasado el momento de euforia llega la que para mí es la secuencia clave y genial de la película. Se sienta, llega el silencio, piensa o reflexiona y de pronto rompe a llorar. No le dura mucho, apenas unos segundos, después su cara muestra satisfacción. Ha encontrado otra cosa en qué ocupar los próximos minutos, días, años…
En cuando a Freud, Pasión secreta, qué voy a decir. Otra cita imprescindible. Son los 5 años en los que el neurólogo y psicólogo austriaco construye los primeros cimientos del psicoanálisis. Una época clave en la Historia de la humanidad. Una joya cinematográfica dibujada por la mano de John Huston, revisada por Jean Paul Sartre e interpretada por Montgomery Clift. Espero que el pegador freudiano no deje un rincón gratuito sin llenar de sentido…
Salud!
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