Ir al contenido principal

EL BANCO 54... Maniquíes y caciques

Vi su cara en el maniquí cojo que hablaba con el mendigo en el Banco 54. Como iba muy rápido, con prisa, apenas pude cerciorarme y pensé que se me habían cruzado los cables. A los dos días volví a verla, pero en la tienda de la esquina. Me acerqué, lo confirmé, era el rostro de mi amigo Críspulo Prudente. Alguien le había robado la imagen.

Decidí investigar. El escaparate inicial se encontraba a dos manzanas de la casa de su tía segunda Juliana Prudente, lo que me hacía sospechar de Copenhague Unglobo, el dueño de varios comercios del barrio. Críspulo llevaba dos meses ingresado por culpa de un accidente laboral de difícil solución. A estas horas se sigue debatiendo entre la vida y la muerte. Siempre le gustaron las discusiones. Vamos, que estaba indefenso ante este atraco facial.

Pregunté a unos y a otros, a empleados y vecinos. Ni Dios abría la boca. Cuando estaba a punto de tirar la toalla tras varios días de preguntas sin respuestas, me llamó de incógnito -que no de usted- un tal Juan Sos. Quería 'cantar'... Quedamos y rajó, habló por los codos, por los poros y desde las entrañas. No me faltaba razón. Copenhague, además de ser el clásico 'mafias'y cacique del barrio, era un traficante de desesperados, un prestamista con dotes para detectar puntos débiles.

A Críspulo le tenía calado desde hacía años. Sabía que repudiaba su propia imagen facial... sólo tenía que esperar el momento adecuado para atacar y robársela a cambio de un favorcillo. A falta de cerrar adecuadamente la investigación y siempre en palabras de Juan Sos, resuelvo: Copenhague le ofreció algo de dinero a fin de mes durante los próximos 5 años y depurar su imagen. Esto consistía en ponerla de moda a través de la subliminalidad que aportan los maniquíes. Y Copenhague presumía de que los suyos eran los más requeridos por todo el mundo. "Un día te verás reflejado en un escaparate y te gustarás", le prometió...

Ahora, lo más crudo, creo que el accidente entraba en algún punto de la letra pequeña de ese contrato privado... El maniquí cojo que charla con el mendigo en el Banco 54 me quiere decir algo, pero no consigo romper el diálogo.

Salud!

Comentarios

Juana ha dicho que…
Un traficante de desesperados que coloca tu aspecto en los maniquíes, para que después aceptes la imagen que te devuelven los escaparates, pero ..... has de morir .... ¡Uf! parece el guión de una película de miedo.

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...

En tela de juicio bajo tierra

Me echan monedas... ¡hasta billetes de 10 y 50€! Voy arreglado, sólo estoy algo mareado y sentado en el suelo del metro por no poder sostenerme en pie. Soy abogado , pero no puedo pararles y decirles que no necesito su dinero. No me sale la voz. Estoy preso  en este pasillo... Bloqueado, encerrado y cubierto por aquella tela de juicio que usaba mi padre para tejer el amor hacia mi madre, la gran fiscal en estado permanente (somos 15 hermanos). La superficie de mi maletín tumbado se ha deprimido por la gravedad del dinero... Y no para de hundirse. Yo, mientras tanto, sigo sin saber qué razón inmaterial me impide levantar la cabeza y erguirme como Dios siempre me indicó. Empiezo a detestar el sonido del dinero, la caridad... No puedo defenderme de este ataque absurdo. No sé si me miran mientras tiran su circulante. ¡Nos sabéis lo que llevo en el maletín, desgraciados, no lo sabéis! ¡Con estos papeles sabríais lo fácil que me resultaría hundir vuestros culos en la miseria. Por fin co