Tiene pánico a abrir el bote que le regaló Ernesto Chafado, pero sabe que le espera una agradable sorpresa. Fecundo Därfás hace unos años recibió una mala noticia que aún desconozco, pero sé que lo pasó muy mal el pobre. En este bote, sin quererlo, y a pesar de que tiene recorrido y experiencia para no hacer castillos en el aire, ha puesto su total estabilidad. Tiene pánico de no encontrar lo que busca, que en realidad, no sabe de qué se trata. Decide dejarlo cerrado para siempre; pero al rato se encara con él, dispuesto a abrirlo.
Después sale de casa, se va a comprar libros, discos, se sienta en el Turco a zamparse un kebab... se retuerce por la calle de angustia y alegría. Se sabe vencedor y aliviado, pero a la vez un derrotado que camina por sus derroteros inciertos. Se ve fuerte y frágil. Decide, por fin, volver a casa. Sabe que tarde o temprano abrirá el bote. Retarda el momento. Se acuerda de su primo segundo Norberto Saca. Piensa en el suspenso de Ciencias Sociales en 4º de EGB. Le escuece la inexplicable herida que se hizo en la rodilla cuando cayó de cabeza al suelo en 1984.
Para el ascensor en el 3º para subir andando hasta el 5º... Él vive en el 4º. Se acuerda de que no ha mirado el buzón. Baja de nuevo al descansillo, y cuando lo abre le sale una voz: ¡Tiene un mensaje antiguo! Suspira y sube a toda prisa. Algo le ha pasado por dentro. Está más decidido. Corre por las escaleras. Entra en su casa y agarra el bote de Ernesto... Quita el precinto y lo abre... Del fondo saca un alfiler, un mechero y un post it donde hay una breve indicación: Ponlo al rojo y píchate durante medio segundo en 'la herida'... después, mírate al espejo.
Se refleja, se quema y se pincha... Y al final, no pasa nada. Encerrado en el baño, en posición fetal, agarrado a una botella de licor de ajo piensa en la errata que le parió. Porque eso... piensa que es su vida: una errata.
Después sale de casa, se va a comprar libros, discos, se sienta en el Turco a zamparse un kebab... se retuerce por la calle de angustia y alegría. Se sabe vencedor y aliviado, pero a la vez un derrotado que camina por sus derroteros inciertos. Se ve fuerte y frágil. Decide, por fin, volver a casa. Sabe que tarde o temprano abrirá el bote. Retarda el momento. Se acuerda de su primo segundo Norberto Saca. Piensa en el suspenso de Ciencias Sociales en 4º de EGB. Le escuece la inexplicable herida que se hizo en la rodilla cuando cayó de cabeza al suelo en 1984.
Para el ascensor en el 3º para subir andando hasta el 5º... Él vive en el 4º. Se acuerda de que no ha mirado el buzón. Baja de nuevo al descansillo, y cuando lo abre le sale una voz: ¡Tiene un mensaje antiguo! Suspira y sube a toda prisa. Algo le ha pasado por dentro. Está más decidido. Corre por las escaleras. Entra en su casa y agarra el bote de Ernesto... Quita el precinto y lo abre... Del fondo saca un alfiler, un mechero y un post it donde hay una breve indicación: Ponlo al rojo y píchate durante medio segundo en 'la herida'... después, mírate al espejo.
Se refleja, se quema y se pincha... Y al final, no pasa nada. Encerrado en el baño, en posición fetal, agarrado a una botella de licor de ajo piensa en la errata que le parió. Porque eso... piensa que es su vida: una errata.
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*En la lámina: "Red-Haired Man on a Chair", de Lucian Freud (1962-1963)
Comentarios
Eso me pasa por abrir el bote.