Raúl Soplo ha quedado en el Banco 54 con su abuela Luarca Donot. Después irán a desayunar a Casa Nadie (a una manzana). Él llega primero, no ha dormido, viene de 'empalmada'. Tiene los nudillos llenos de costras y las punteras de acero de sus Martens tan desgastadas como la paciencia consigo mismo. Le empieza a pesar demasiado la svástica, tanto como las palizas que lleva a sus espaldas; las que ha dado y las que ha recibido... (está a un fifty - fifty). Luarca llega al punto de encuentro con una sonrisa tan grande como la plataforma de goma sobre la que se apoya su bastón. Se abrazan y se van a Nadie.
Lo de quedar antes en el Banco es por tradición. Allí, más o menos, comenzaron a pelar la pava ella y su difunto marido, Gerardo Soplo; y allí Raúl escribió su primer y último poema en prosa: Rótulos sin solución salina. Iba dedicado a Raquel Creta, la chica de sus sueños, pero cuando puso el último punto la vio paseando de la mano con Caín de Manuel, el tío al que más odiaba de la clase; un maldito sabelotodo guaperas que le sacaba un palmo de altura.
Se adoran. Ella es como su madre. Y él ejerce de hijo confundido cuando está con ella. Y hoy, Raúl, ha decidido quitarse la mochila que tanto le pesa para siempre. Lo sé porque ha pedido porras con vinagreta. Una especialidad que demuestra el giro que viene a continuación en su vida. Luarca lo celebra con unos churros milanesa; después le confiesa que ella es tan responsable de su vida mal encaminada como él y su propia madre. Él no lo acepta. Se abrazan de nuevo y cuando van a brindar con sus porras y churros entra un joven con secuelas y le atraviesa con una réplica de la Tizona.
Salud!
Lo de quedar antes en el Banco es por tradición. Allí, más o menos, comenzaron a pelar la pava ella y su difunto marido, Gerardo Soplo; y allí Raúl escribió su primer y último poema en prosa: Rótulos sin solución salina. Iba dedicado a Raquel Creta, la chica de sus sueños, pero cuando puso el último punto la vio paseando de la mano con Caín de Manuel, el tío al que más odiaba de la clase; un maldito sabelotodo guaperas que le sacaba un palmo de altura.
Se adoran. Ella es como su madre. Y él ejerce de hijo confundido cuando está con ella. Y hoy, Raúl, ha decidido quitarse la mochila que tanto le pesa para siempre. Lo sé porque ha pedido porras con vinagreta. Una especialidad que demuestra el giro que viene a continuación en su vida. Luarca lo celebra con unos churros milanesa; después le confiesa que ella es tan responsable de su vida mal encaminada como él y su propia madre. Él no lo acepta. Se abrazan de nuevo y cuando van a brindar con sus porras y churros entra un joven con secuelas y le atraviesa con una réplica de la Tizona.
Salud!
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Fdo: una espectadora bien situada