Ir al contenido principal

ROMERO EL CERRAJERO

No hace falta fijarse mucho para darse cuenta de que la calle está llena de pegatinas de cerrajeros. Los bajos de las puertas metálicas, las cajas de luz y agua, las farolas, verjas, frentes humanas, suelas de zapatos... Cualquier superficie, con sentido, es válida para anunciar un servicio que siempre parece pertanecer al mismo establecimiento. Lo que jamás había visto es cerrajería y romero brotar en un mismo sentido.

La foto la hice ayer por la mañana. Había pasado por delante cientos de veces, pero nunca me había fijado en la composición. Es normal, porque es la primera vez que ando por esa calle (una cualquiera) de Norte a Sur; y no en sentido austral o diapasónico. Así es la vida y el misterio de las perspectivas. Ahora que veo el romero sin necesidad de llamar al 'abrepuertas', miro y comprendo que entrar es cuestión de salir de la burbuja que nos rodea desde enanos.

La llave es nuestra, pero muchos no la quieren sin querer y se la ceden etermamente a un sereno que ni han elegido ni saben de qué va, pero lo llevan de fábrica -como decía líneas más arriba- desde enanos. Si no lo entiendes, llama a Romero el cerrajero... Él responde, pero antes tienes que contestar a su santo y seña: ¡¡Si me queréi', irse!!

Salud!

Comentarios

Miguel Ángel Pegarz ha dicho que…
Tiene que ser realmente bueno! A ti te ha abierto la puerta al romero y sin tan siquiera llamarle!!

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...